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Las multinacionales deben asumir la responsabilidad por los trabajadores de la cadena de suministro durante la pandemia

20 agosto, 2020El secretario general de IndustriALL escribe para SwissInfo, parte de Swiss Broadcasting Corporation SRG SSR.

-Publicado originalmente en SwissInfo

Es fácil hacer el bien durante un período de crecimiento económico, pero es en los tiempos de crisis cuando las empresas revelan su verdadero compromiso con los trabajadores.

La pandemia de coronavirus nos tomó a todos por sorpresa. Para los sindicatos de todo el mundo, la prioridad inmediata fue proteger la seguridad y los medios de vida de los trabajadores. Al negociar el pago durante los confinamientos en muchos países, millones de trabajadores pudieron permanecer a salvo en sus casas, lo que ha ralentizado la propagación del virus y salva vidas.

Se produjo un cierre global sin precedentes y el mundo cambió para siempre. Para algunos, esto reforzó el sentido de nuestra humanidad común, nuestra responsabilidad hacia los demás. A todos nos han conmovido los ejemplos de sacrificio y solidaridad.

También nos hemos dado cuenta de que muchos de los puestos de trabajo esenciales que mantienen unidas a nuestras sociedades son algunos de los peor pagados y menos respetados. Muchos han aprendido el valor de los empleados de supermercados, transporte y entregas, de los trabajadores de la salud y limpiadores hospitalarios, que a menudo tuvieron que ir a trabajar sin equipo de protección.

No estamos todos juntos en esto. Todos nos enfrentamos a la misma tormenta, pero algunos están en tierra firme, otros en barcos con capacidad de navegar, mientras que otros se aferran desesperadamente a balsas y escombros. La desigualdad de ingresos ha venido creciendo durante años, y la pandemia ha acelerado el proceso. Las mujeres y las personas de color se han visto afectadas desproporcionadamente.

La respuesta a la pandemia es reveladora

Algunos líderes políticos ignoraron y restaron importancia a la crisis o bien la utilizaron con fines políticos. Otros quemaron su capital político al tomar decisiones poco populares de confinamiento con el fin de salvar vidas. En India, Filipinas, Turquía, Brasil, Indonesia y otros lugares, se aprovechó la pandemia como una oportunidad para debilitar las protecciones laborales y vulnerar los derechos humanos.

Es fácil hacer el bien durante un período de crecimiento económico, pero es en los tiempos de crisis cuando las empresas revelan su verdadero compromiso con la responsabilidad social empresarial. Algunas multinacionales utilizaron su poder e influencia para mantener unida a la sociedad; otras se aprovecharon de la crisis. En un extremo del espectro están las empresas que tomaron dinero del Gobierno, pagaron dividendos a los accionistas, y luego usaron la pandemia como una excusa para implementar cambios que no podrían lograr en épocas normales, tales como despedir trabajadores, informalizar los empleos y aumentar el ritmo de producción.

En el otro extremo están las empresas que asumieron la responsabilidad respecto de su cadena de suministro y elaboraron acuerdos con proveedores, sindicatos y Gobiernos nacionales para sostener la situación a corto plazo. A su vez, trabajaron en pos de una nueva normalidad sostenible a medio y largo plazo. Por ejemplo, la multinacional química belga Solvay no pagó dividendos y la dirección aceptó recortar sus salarios.

La necesidad de diálogo social

La mayoría de las empresas se encuentran entre estos dos extremos. Nuestro trabajo, como sindicalistas mundiales, es moverlas en la dirección correcta, hacia el diálogo social global.

Los trabajadores del sector textil y de la confección en países como Bangladesh, Camboya y Vietnam perdieron sus medios de vida, ya que las marcas de moda internacionales se negaron a pagar por los pedidos que ya habían realizado. Frente a la bancarrota, muchas fábricas de proveedores despidieron a sus trabajadores. Algunas marcas se comprometieron a solucionar el problema. A pesar de esto, en muchos casos, los proveedores utilizaron la pandemia como excusa para despedir trabajadores y reprimir a los sindicatos.

Esta ha sido una dinámica deprimentemente familiar y, en muchos sectores, las empresas se aseguraron de que los trabajadores fueran los primeros en hacer frente a los costos de la crisis. Una serie de accidentes industriales en India demostró que los empleadores no suelen tardar en sacrificar vidas para mantener la producción, y en muchos países y sectores se hicieron despidos masivos.

Muchos de los abusos más graves ocurrieron en empresas privadas en países en desarrollo de los que muchos clientes nunca han oído hablar, pero estas empresas existen en un ecosistema: forman parte de las cadenas de suministro mundiales controladas en última instancia por corporaciones multinacionales.

Una empresa que cambió su comportamiento bajo la presión de nosotros mismos y de los sindicatos de todo el mundo es Inditex, la multinacional española de la confección propietaria de marcas populares como Zara y Massimo Dutti. En respuesta a la crisis de empleo en los países productores de moda, Inditex se comprometió no solo a pagar los pedidos realizados a las empresas proveedoras, sino a garantizar un calendario de pago continuo y proporcionar financiación para mantener a las empresas a flote.

Inditex también se comprometió a garantizar que, a medida que las fábricas reabran, lo hagan de forma segura. Es crucial que el cumplimiento de estos compromisos por parte de la empresa sea supervisado por un comité sindical global que represente a sus empleados de todo el mundo, incluidas las fábricas de proveedores.

A paso lento

La industria de la moda tiene características únicas —en particular, marcas de consumo sensibles a la opinión pública— pero el modelo de otorgar a las partes interesadas el poder real para determinar el futuro de la industria es a lo que debemos apuntar en todos los sectores de la economía.

En la minería no se ha visto este nivel de responsabilidad colectiva. Las empresas mineras generalmente obtienen gran parte de su valor de los países pobres con normas de seguridad y leyes laborales débiles. Muchas prefieren un enfoque no intervencionista, con filiales locales encargadas de mantener un flujo constante de productos básicos mientras resuelven todos los problemas a nivel local.

Al principio de la pandemia, cientos de mineros se infectaron con COVID-19 en la mina Antimina en Perú, una empresa conjunta entre BHP Billiton, Glencore (con sede en Suiza) y otras. Hemos tratado de entablar un diálogo con estas gigantes mineras durante años, y hemos logrado algunos avances con Glencore. Aunque no tenemos un acuerdo global, un mecanismo informal de solución de controversias que entró en vigor antes de la COVID-19 ha ayudado a resolver problemas como el de Antimina, así como en la República Democrática del Congo, Zambia y otros lugares.

Con BHP Billiton no hemos tenido tanta suerte, ya que se niega a trabajar con sindicatos a nivel mundial y ha utilizado el coronavirus como excusa para violar los convenios colectivos.

Doble moral

Dentro de este espectro han surgido otras dinámicas, como las empresas que tratan a los trabajadores manuales y no manuales de manera diferente, o que cuidan a los empleados en sus países de origen mientras ignoran a los de otros lugares.

Volkswagen generalmente tiene buenas relaciones con los sindicatos y, a pesar de algunas tensiones recientes, está negociando a nivel mundial. En Alemania, la empresa aseguró la reapertura segura de las plantas automotrices después de que se flexibilizaran las restricciones de confinamiento. No obstante, en Sudáfrica, después de que 120 trabajadores contrajeran la COVID-19 en la planta de Uitenhage, el Ministerio de Trabajo descubrió que la empresa había incumplido las regulaciones para el regreso seguro al trabajo. Cuando los trabajadores ejercieron su derecho legal a rechazar el trabajo inseguro, Volkswagen suspendió a los delegados sindicales. El comité de empresa mundial está resolviendo la cuestión, pero esta situación demuestra dónde se encuentran las grietas en nuestro sistema mundial interconectado.

El sistema económico exige a las empresas que maximicen el valor para los accionistas, lo que entra en conflicto con sus compromisos con la responsabilidad social empresarial. Incluso las mejores empresas están obligadas por las mismas fuerzas del mercado y deben competir con rivales menos escrupulosos. Esto crea un peligro moral que puede recompensar a los malos actores con una ventaja competitiva. En última instancia, esto solo puede resolverse mediante normas mundiales vinculantes que garanticen un punto de referencia de decencia para todos.

Es hora de una recuperación justa

Nuestros sindicatos creen que es hora de construir una Recuperación Justa que recompense a aquellos que se sacrifican en el presente para sentar las bases de un futuro mejor. Necesitamos un sistema mundial de relaciones laborales para el siglo XXI que reconozca las conexiones entre nosotros.

Debemos proteger la salud y la seguridad de los trabajadores, transformar la gobernanza mundial para crear empleo y trabajo digno, luchar por la protección social universal y los servicios públicos de calidad, defender la democracia y los derechos de los trabajadores, regular las cadenas de suministro mundiales, desarrollar políticas industriales sostenibles y preservar los empleos manufactureros, luchar por la igualdad de género y dar voz y voto a los trabajadores para determinar el futuro del trabajo.

Las nuevas leyes son una parte de ello, por lo que la Iniciativa para la responsabilidad empresarial, impulsada en Suiza, y las propuestas similares en otros países que buscan garantizar el respeto de los derechos humanos por parte de las empresas, son importantes. También tenemos que hacer cumplir las normas ya vigentes, incluidos los convenios de la Organización Internacional del Trabajo y los acuerdos mundiales vinculantes entre los representantes de los trabajadores y las empresas.

No desperdiciemos esta crisis. Este es el momento de construir un mundo más justo y resistente.