17 diciembre, 2025A medida que termina el año 2025, los debates y las decisiones del cuarto Congreso de IndustriALL celebrado en Sídney siguen estando muy presentes. El Congreso es más que una reunión: es el lugar donde hacemos un balance y fijamos nuestra dirección colectiva. Los días que pasamos en Sídney fueron un éxito, pero lo más importante es que representan un mandato. Un mandato de nuestros afiliados, de todas las regiones y sectores, para actuar con claridad, valentía y determinación en un mundo cada vez más desigual, inestable y hostil para los trabajadores y trabajadoras.
Por Atle Høie, secretario general de IndustriALL
Este último año no ha sido fácil. La guerra sigue marcando la vida cotidiana de millones de personas. El espacio democrático se está reduciendo en demasiados países. El poder corporativo se concentra cada vez más en manos de unos pocos. Al mismo tiempo, la clase trabajadora se ve obligada a aceptar la inseguridad, la precariedad y el deterioro de su nivel de vida como algo inevitable. El colapso climático se acelera y los avances tecnológicos, en particular la inteligencia artificial, no se introducen como una herramienta para el progreso compartido, sino, con demasiada frecuencia, como un mecanismo de control, vigilancia y destrucción de puestos de trabajo.
Sin embargo, si hay una lección que aprender de 2025, es esta: los trabajadores y trabajadoras no se resignan ante la injusticia.
Los sindicatos no retroceden cuando el terreno se vuelve difícil. Nos organizamos. Negociamos. Luchamos y ganamos.
A lo largo del año, nuestros afiliados han demostrado una resiliencia y una fuerza increíbles. En Kenia, una sentencia judicial defendió los derechos sindicales frente a la intimidación y los abusos, dejando claro que el Estado de derecho sigue funcionando cuando los trabajadores y trabajadoras se mantienen unidos.
En Italia, tras una prolongada movilización, en el sector metalúrgico se logró un acuerdo histórico, lo que demuestra que la negociación colectiva sigue siendo una de las herramientas más poderosas que tienen los trabajadores y trabajadoras para defender su dignidad y obtener un salario justo. En Turquía, también se obtuvieron avances significativos en la industria metalúrgica en un contexto de inflación récord, confirmando la importancia del poder sindical en Europa y fuera de ella.
En Estados Unidos, se lograron importantes victorias en entornos tradicionalmente difíciles para la organización sindical: tras una huelga de 15 semanas, los miembros del sindicato IAM ratificaron un nuevo contrato en Boeing. Asimismo, la industria automotriz celebró una victoria sindical histórica en la planta de Volkswagen en Chattanooga; y los trabajadores del sector energético consiguieron una victoria sin precedentes con UWUA en el sector de la energía eólica, lo que nos recuerda que la acción colectiva puede superar la resistencia arraigada incluso en ámbitos altamente financiarizados y hostiles.
Desde Sudáfrica, donde el NUMSA consiguió un acuerdo salarial al tiempo que reclamaba una política industrial para proteger el sector automotor, hasta la India, donde la justicia ordenó la regularización de los trabajadores contratados y los trabajadores de la confección se opusieron a cierres ilegales, el mensaje ha sido coherente: el trabajo precario no es un destino inevitable. Es una elección que puede ser cuestionada.
En Quebec, la plantilla de ArcelorMittal consiguió un convenio colectivo más favorable, lo que demuestra que incluso las grandes multinacionales pueden rendir cuentas cuando los sindicatos se organizan y se mantienen firmes. Por su parte, en México, tras una prolongada huelga en ArcelorMittal, más de 3000 trabajadores lograron un acuerdo muy reñido sobre la participación en los beneficios y las condiciones laborales, que incluía aumentos salariales y la retirada de las demandas judiciales contra los trabajadores y su sindicato.
En Bangladesh, Pakistán, Corea y Marruecos, se negociaron convenios colectivos y se consiguió la regularización y el reconocimiento de los trabajadores mediante huelgas y negociaciones, a menudo en contextos de alto riesgo y con un espacio limitado para la actividad sindical.
También se registró una enérgica defensa de los derechos fundamentales en Indonesia, donde los sindicatos impugnaron con éxito la regresiva Ley Ómnibus. Esto demostró, una vez más, que la acción colectiva decidida puede contrarrestar los ataques legislativos destinados a socavar las protecciones laborales y los derechos de negociación.
En Corea, los sindicatos acogieron con satisfacción la decisión de mantener la destitución del presidente Yoon, lo que supone un poderoso recordatorio de que los sindicatos no solo son actores económicos, sino también defensores de la propia democracia.
Y en sectores que definen el futuro de la economía mundial, como el desguace de buques, los semiconductores, la energía y los automóviles, las victorias sindicales de este año han demostrado que la transformación no tiene por qué producirse a expensas de los derechos laborales. La entrada en vigor del Convenio de Hong Kong sobre el reciclaje de buques es un hito, fruto de décadas de trabajo, que mejora la seguridad y cambia el equilibrio de poder en una de las industrias más peligrosas del mundo.
En el caso de Camboya, también se lograron avances en materia salarial en las cadenas de suministro mundiales, ya que varias marcas internacionales firmaron un acuerdo con IndustriALL para apoyar los salarios negociados colectivamente en el sector de la confección, el textil, el calzado y los artículos de viaje. Estos compromisos jurídicamente vinculantes exigen a las marcas que respalden la negociación colectiva a nivel de fábrica y las prácticas de compra responsables, lo que supone un paso importante hacia la mejora de los salarios y las condiciones de trabajo en un sector fundamental para la economía del país.
Estos no son éxitos aislados. Forman parte de una tendencia más amplia. Demuestran que, incluso en una época marcada por la guerra, la inflación, la crisis climática y la codicia corporativa, los trabajadores y trabajadoras organizados aún pueden influir en los resultados.
Esto es crucial, porque los retos que se avecinan son inmensos.
Más allá de las luchas nacionales, 2025 también trajo consigo importantes avances a nivel mundial. IndustriALL renovó y reforzó los acuerdos globales con multinacionales como ASOS y el Grupo H&M, fortaleciendo los compromisos en materia de libertad sindical, negociación colectiva y derechos laborales en las complejas cadenas de suministro mundiales. Estos acuerdos son significativos porque trasladan la responsabilidad a los eslabones superiores de la cadena y dejan claro que las marcas no pueden externalizar el riesgo y seguir obteniendo beneficios.
La inteligencia artificial está avanzando más rápido que la regulación y, con demasiada frecuencia, sin que los trabajadores y trabajadoras participen en las decisiones. Las cadenas de valor mundiales se están reorganizando en respuesta a las tensiones geopolíticas, y la población trabajadora está pagando el precio con la pérdida de empleos, la externalización y el debilitamiento de las protecciones. El poder oligárquico, tanto económico como político, está reforzando su control en muchas partes del mundo, socavando tanto la democracia como los derechos laborales. Además, la crisis climática ya no es una amenaza futura, sino una realidad presente que está transformando las industrias, las regiones y los medios de vida.
No se trata de cuestiones independientes, sino profundamente relacionadas entre sí. Y todas ellas plantean la misma pregunta fundamental: ¿quién toma las decisiones?
En el Congreso, nuestros afiliados respondieron esa pregunta con claridad. Son los trabajadores y trabajadoras quienes deben decidir. Los sindicatos deben ser actores centrales en la configuración del futuro del trabajo, la industria y la sociedad. Por eso es tan importante el Plan de Acción 2025-2029 adoptado en Sídney.
El Plan de Acción es un compromiso político. Establece cómo reforzaremos el poder sindical, ampliaremos la negociación colectiva, defenderemos el espacio democrático, promoveremos la Transición Justa y nos enfrentaremos al poder corporativo en las cadenas de suministro mundiales. Refleja la realidad que viven nuestros afiliados y marca la dirección de nuestro trabajo colectivo durante los próximos cuatro años.
Pero ningún plan de acción se lleva a cabo por sí solo.
Lo que da sentido a este mandato es el trabajo diario de nuestros afiliados: los delegados sindicales que negocian bajo presión, los organizadores que se enfrentan a la intimidación, los trabajadores y trabajadoras que hacen huelga sabiendo los riesgos que corren, pero actuando de todos modos, las mujeres y los jóvenes que luchan por ser escuchados y ejercer el liderazgo. También es el trabajo de nuestro personal y nuestros socios, que apoyan las luchas más allá de las fronteras, desarrollan capacidades y mantienen viva la solidaridad internacional cuando más se necesita.
Detrás de estos logros hay personas reales. Trabajadores y trabajadoras que se enfrentan a crisis repetidas, organizadores que sufren presiones e intimidaciones, y sindicatos que siguen adelante incluso cuando el progreso es lento e incierto.
Por eso la solidaridad es esencial para nuestro movimiento. Ningún afiliado está solo, y ninguna lucha es aislada. Las victorias en un lugar fortalecen a los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo, así como las agresiones a los derechos nos afectan a todos.
Al iniciar el año 2026, lo hacemos con orgullo por lo que se ha logrado y con urgencia por lo que nos depara el futuro. El mundo del trabajo seguirá siendo un terreno disputado. El capital seguirá impulsando sus intereses de forma agresiva. Los gobiernos seguirán, con demasiada frecuencia, sin cumplir con su responsabilidad de proteger a los trabajadores, las trabajadoras y sus comunidades.
IndustriALL y sus afiliados seguirán respondiendo mediante la sindicalización, la negociación, la creación de alianzas y la insistencia en que la dignidad, la democracia y la justicia no son negociables.
El Congreso nos ha dado un mandato claro. El año que dejamos atrás ha demostrado lo que es posible. Entramos juntos en ese futuro, confiados en nuestra fuerza colectiva, firmes en la solidaridad y comprometidos con la defensa de los derechos y la dignidad de los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo.
